Aunque algunos podrían decir que esta película es una oportunidad malograda por una caracterización de Anthony Hopkins poco fiel al Papa Benedicto XVI, lleno de clichés y que realmente no presenta la profundidad necesaria para empezar a entender las razones de su renuncia, también podríamos argumentar totalmente lo contrario.
Se puede argumentar el hecho de que esta película cautiva, enamora y transforma cualquier estado de ánimo en uno de esperanza, amor a Dios y conecta (o reconecta dependiendo cual sea el caso) con lo que es la iglesia moderna.
A nivel de dirección, fotografía, actuación y guión es una tremenda película. Una de los mejores del año… Tanto así que la película está nominada como Mejor Película en los Globos de Oro y Mejor Actor y Mejor Actor secundario… para empezar. Las caracterizaciones de Anthony Hopkins como Papa Benedicto XVI y la de Jonathan Pryce como Papa Francisco realmente son un deleite para ver. Todos los problemas de la iglesia, todas las diferencias conceptuales entre los dos y la “Diosidencia” del viaje de Bergoglio y la “entrevista” con Ratzinger da mucho para pensar.
El guión es un elemento aparte de la fotografía y la dirección. El hecho de poder oir estas conversaciones realmente nos da una perspectiva privilegiada de como dos personas tan importantes se comunican, negocian y se ponen de acuerdo.
Nos da una mirada de cómo se manejan las cosas en los altos niveles del Vaticano. Y nos damos cuenta de algo que ya sabíamos… Que todos somos humanos.
Y desde ahí parte todo nuestro esfuerzo de ser cada día mejores y más cercanos a Dios.
Disponible en Netflix